Tocaba Florencia, pero un pequeño problema con la agencia de alquiler de coches (llegamos media hora tarde) nos trastoco los planes. Así que coche y mapa y nos plantamos en Vinci. Pueblo con poca cosa, excepto ser la tierra del fantástico Leonardo Da Vinci.
De Vinci a Pisa, que tras dar miles de vueltas conseguimos encontrar la torre inclinada, y en parte gracias a Ludovico nuestro particular Ciceron que encontramos en la ciudad.
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